- Se apagó la magia de su palabra
Por Teodoso Navidad Salazar
La segunda semana de octubre falleció el querido y respetado maestro José Guadalupe García Hernández; noticia triste aquella. El próximo 25 de diciembre cumpliría 70 años, pero la parca lo impidió.
Hacía algunos meses lo encontré y me pareció que la jovialidad y su alegría por la vida, estaban más presentes que nunca en su rostro. No percibí nada distinto en su trato; como siempre me saludó en tono paternal (algo natural en él, desde aquellos tiempos ya lejanos de la escuela Normal) ¿Cómo estás hijo? -Me preguntó.
Le hablé de mi interés por escribir sobre su trayectoria magisterial. Sonrió, con aquella expresión tan suya, mientras observaba sus ojos vivaces, su respuesta fue: “qué puedes escribir sobre mi, que valga la pena muchacho”.
Sin embargo debo de anotar que aceptó de buen agrado; aunque a decir verdad, él escribió su propia obra en el transcurso de más de 40 años de servicio. Su impronta es reflejo en cada alumno, que tuvo la maravillosa oportunidad de compartir sus experiencias educativas. Los maestros en servicio que recibieron la simiente de su enseñanza, hacen prueba plena de que su esfuerzo fue productivo; por ello su labor ha sido reconocida en el ámbito local y nacional, sin olvidar las máximas preseas que se otorgan al magisterio por los 30 y 40 años de servicio.
Me comentó que estudió hasta quinto grado en la escuela Dr. Manuel Romero en El Salado, sindicatura de Culiacán y concluyó sexto, en el internado infantil del Estado.
Maestro ¿cómo se inclina por el magisterio?
“Mira, al terminar 5to. año, recuerdo que aunque era muy pequeño, ya tenía metas. En mi mente quedó grabada la forma de trabajar de mi maestra Celia Zúñiga de Vega; me cautivó, me impresionó su estilo, su manera no sólo de tratar al alumno, sino cómo daba la clase. Mi alma de niño la idealizó y hoy a tantos años de distancia pienso que esa generosa mujer fue de avanzada en el campo de la didáctica y la psicología”.
Señala nuestro entrevistado que, deseaba ser maestro, y a los 16 años, concluyendo su primaria tuvo su primer encuentro con lo que sería su destino: el magisterio (1961); me titulé en 1968, el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio en una de las épocas más críticas de la vida moderna, el estudiantado exigía apertura y buscaba espacios de participación social y ya ves lo que pasó.
Señala que fue en la comunidad de Copaco, sindicatura de San Lorenzo, donde debutó como maestro rural.
“En buena hora llegué a esa comunidad – dice el maestro Guadalupe-. No obstante ser un chamaco, se me respetaba; era como tener un poder en tus manos, la gente te preguntaba, te consultaba, y me sentía importante; fíjate, que un padre te llevara a sus hijos y te dijera ahí se los encargo (con todo y nalgas), era confianza plena en el maestro. Creo que fueron dos ciclos escolares maravillosos. Recuerdo que se construyó la escuela y tuve el atrevimiento de invitar al presidente municipal, don Amado Estrada, para que la inaugurara. Fue día de fiesta, gran acontecimiento. Se iniciaron preparativos, la gente participó con entusiasmo, se limpió la comunidad, pintaron fachadas, árboles y piedras a la orilla del camino. Se hizo un festival sencillo, pero que para la comunidad fue lo nunca visto y los invitados disfrutaron de una comida. El presidente municipal también estuvo muy motivado y al término del evento me dijo quiero verlo en mi despacho el lunes próximo. Fui a verle y la pregunta fue, a dónde quería cambiarme. Te aclaro que yo era una especie de maestro alfabetizante (por cooperación); ganaba 120 pesos mensuales y se pagaban cada cuatro o cinco meses, la comunidad se obligaba a proporcionarme alimentación, hogar y 20 pesos y ese compromiso se cumplía. El cambio dispuesto por la autoridad, me otorgó la categoría de maestro municipal. Fui ubicado en El Salado, en la zona escolar del maestro Traslaviña. Imagínate, de la noche a la mañana me hice rico. De una quincena para otra estaba percibiendo 600 pesos de aquéllos, y para un muchacho de 18 años, surgido de la pobreza, era demasiado; me encontré con quienes habían sido mis maestros, con padres de familia que habían estado en la primaria conmigo. Fue un reto; llegaba a mi pueblo y a mi escuela, algo muy serio. Estuve 5 años frente a grupo, posteriormente asumí la dirección.”
Nuestro entrevistado, también laboró en escuelas primarias de Culiacán, hasta llegar como interino a la Escuela Normal de Sinaloa, para impartir Didáctica Especial, el 19 de febrero de 1975; ya basificado, impartió Ciencias de la Comunicación, luego Análisis de programas de libros de texto gratuito y posteriormente asesoría a los muchachos en su examen recepcional. Al cumplir 18 años de manera ininterrumpida en la Escuela Normal de Sinaloa (1992) se jubiló.
Guadalupe García Hernández como su maestra de primer año, Celia Zúñiga de Vega, fue de avanzada; compartió sus conocimientos con alumnos y otros maestros en la Escuela Normal de Sinaloa y en la Universidad Pedagógica Nacional que, buscaron afanosamente no rezagarse en este ámbito; encarnó como pocos la defensa del Método Global de Análisis Estructural, para la enseñanza de la lecto-escritura; fue sin duda un maestro muy querido, tenía la virtud de encantar a sus alumnos a través de la magia de su palabra. Me comentó que el maestro debe valorar el material humano que es el niño, porque uno trabaja con sus sentimientos. El alumno es una esponja, todo absorbe, es algo muy delicado.
Con el tiempo la Normal abrió la posibilidad de que sus egresados trabajaran con grupos integrados, en preescolar, entonces José Guadalupe y Magdalena Ramírez fueron seleccionados para recibir un curso en la ciudad de México a fin de capacitar a los egresados que habían solicitado atender grupos integrados con la teoría psicogenética de Jean Piaget que daba sustento teórico al proyecto -fue una experiencia extraordinaria- comentó.
Siempre con el ánimo de superación cursó un postgrado sobre Niños con problemas de aprendizaje, en La Habana, Cuba, amén de cursos y diplomados tomados en distintas universidades locales, otros estados y fuera del país, siempre buscando dotar al alumno de herramientas necesarias para enfrentar el reto del proceso enseñanza-aprendizaje.
Expresa el maestro Hernández García que se debe dosificar el contenido del programa, no cargar al alumno de tareas, porque eso refleja angustia en el maestro, denota retraso en el logro de los objetivos. Una enseñanza debe ser constante porque un aprendizaje arrebatado no sirve.
José Guadalupe García Hernández, nació en la comunidad de El Salado, sindicatura de Culiacán, el 25 de diciembre de 1942.Sus padres fueron Alejandra Hernández y Fidel García ambos hijos de familias fundadoras de esa cabecera de sindicatura. Tuvo la gran oportunidad de recorrer muchos países de Europa, Asia y parte de África.
Al concluir la charla le pregunté ¿maestro, cómo se siente después de cuarenta años de servicio educativo? Hijo – me contestó- me sobran motivos para estar satisfecho. He contemplado mi obra en cientos de jóvenes que fueron mis alumnos; hoy los veo comprometidos con la sociedad, dando lo mejor de sí, en las aulas, de todos los niveles ¿Qué más puedo pedirle a la vida?- Al decir esto, observé la emoción en sus ojos rasos.
Parafraseando al brillante escritor francés Víctor Hugo, agregaría que “su partida es una pérdida irreparable; la luz del conocimiento que llegó a tantos mexicanos a través de la magia de su palabra, ha sufrido un eclipse.