POLÍTICA CON MAYÚSCULAS

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«Angular Ciudadano»

Por: Ulises Sandoval

La política es servicio, es decir, es ayudar a los demás a que alcancen sus objetivos, dignifiquen sus vidas y disfruten de bienestar.

Se podrían citar diferentes definiciones de política, partiendo desde los aportes de las civilizaciones antiguas, tanto del mundo oriental como del occidental, pasando por las acuñadas en los distintos períodos históricos, pero no es nuestro interés que el lector se sumerja en las sinuosas y profundas aguas de la historia de las ideas; nuestra intención al compartir este texto, es que los mexicanos y la ciudadanía, pero sobre todo y de manera muy particular, los niños y los jóvenes tengan una idea muy fácil y sencilla de entender la muy humana y edificante actividad política en su parte práctica.

No desdeñamos la importancia de la teoría, la consideramos muy necesaria como sustento, pero no para las pretensiones muy modestas de este escrito. Así, que sin mayor rodeo definiremos la política tal y como ya nos aproximamos en las primeras líneas. La política es la actividad humana que se realiza para ayudar a otros humanos a que cuenten con los satisfactores suficientes para su diario vivir. No debe haber mayor complicación para entender esto. Con esta breve definición de la política, queremos hacer una separación tajante de la muy extendida idea de que la política es el arte de comer sapos y culebras sin hacer gestos. Esta es la definición que gusta y disfruta dar el politiquero, peligroso personaje que dista mucho de “hacer política” y de quien escribiremos en otro texto.

No hay nada más alejado de la realidad que esta burda concepción si entendemos la política -como ya se estableció- como arte y acto humano ejercida para beneficio de otros. Surge de las profundidades de los tiempos remotos en los que las sociedades pre humanas se separaron entre líderes y liderados, siendo los primeros los que ayudaron a los demás en su sobrevivencia con la toma de decisiones. Con el tiempo, estas estructuras sociales se volvieron más complejas, dando lugar a las primeras civilizaciones en donde la política encontró mejores y prometedores escenarios de desarrollo.

Fue durante el apogeo de las polis griegas (ciudades-estado del siglo VI antes de C.) como Tebas, Corintio o Esparta, pero sobre todo en Atenas, donde se dieron las circunstancias suficientes para un fructífero y apasionante desarrollo de la filosofía, la cultura y de la actividad política, y aunque estamos hablando de una sociedad esclavista y las mujeres no tenía participación en los asuntos públicos, es muy importante señalar que en estos tiempos la actividad política estaba ligada y condicionada por el comportamiento moral de los ciudadanos, quienes discutían en diversos foros como el Ágora, los muy variados problemas que se padecían en las ciudades y sus consiguientes soluciones, mientras se iban delineando las primeras formas del ideal democrático.

Casi al mismo tiempo surgió en Roma la república representativa. Ambas ideas, tanto la democracia como la república, fueron materia propicia para la discusión y práctica de la política.

Y esta es la parte que queremos subrayar, el ámbito de la práctica de la política, pero una práctica en la que estén presentes los principios éticos en el quehacer del practicante. La política como arte siempre será perfectible y de mayor calidad, si cada acción realizada está impregnada de los valores necesarios para dotarla de humanidad.

Hace política la madre que busca una distribución equitativa de bienes para los hijos y por supuesto que la real política la realiza el gobernante que busca que todos sus gobernados sean beneficiados de sus políticas públicas. La buena política está cargada de sentido social. La política debe hacerse con pasión, responsabilidad y profesionalismo en tanto que las decisiones convertidas en acciones impactan la vida de nuestros iguales. Es una actividad humana para humanos.

Como politólogos, como científicos conocedores de los vaivenes del espectro político, estamos obligados a reivindicar el concepto de política. Nos va la salud y permanencia de nuestra profesión en ello. Es por eso, que ponderamos la importancia de recuperar la figura del político con principios, del político virtuoso tal y como lo describían los filósofos romanos Marco Tulio Cicerón y Séneca. Es un imperativo en la sociedad posmoderna la recuperación del político virtuoso, cuya principal característica sea su eticidad. Necesitamos más políticos que pongan por encima de los intereses individuales o grupales, los intereses de las mayorías ciudadanas. Políticos sensibles a las necesidades humanas más apremiantes. En pocas palabras, necesitamos políticos no politiqueros.