Autor: anónimo (tomado de las redes sociales).
Hacia la primera mitad del siglo Guamúchil, no era mas que un pequeño poblado carente de lo mas elemental en servicios; en el ramo educativo era donde mas descollaba, pues a parte de la ciudad de Los Mochis era la única población del norte del Estado que contaba con una Escuela Secundaria. Funcionaba también un colegio de religiosas que aun existe; una academia comercial, ya desaparecida; tres primarias; de las cuales una de ellas era de organización completa, las otras dos impartían clases hasta el cuarto grado, y ya se contaba con un jardín de niños, el Federico Froebel.
Con categoría de estación de ferrocarril y rango de cabecera de sindicatura, el abastecimiento de luz y agua era muy deficiente. La planta generadora de energía eléctrica beneficiaba una pequeña zona y operaba de siete de la tarde a once de la noche. La red de agua entubada que distaba mucho de ser potable llegaba a un escaso sector; las necesidades del vital liquido al resto de los vecinos, eran resueltas por “Barriqueros”, que en carretas tiradas por burros la acarreaban del río a los hogares; el precio de un bote de 18 litros era carisimo, pues no obstante las airadas protestas de las amas de casa, lo daban en 20 centavos.
La tranquilidad y seguridad de que gozaba el pequeño poblado, no requería demás vigilancia que la proporcionada por media docena de policías, de los cuales el mas querido por la ciudadanía era “Don Juanito”; pero además en las casas donde se carecía de patio interior, confiadamente permitía a los moradores dormir en las banquetas en tiempo de verano.
Dependiente políticamente de Mocorito, en varias ocasiones Don Manuel Castro Mackay se desempeño como sindico municipal. Los servicios municipales de aseo y limpia se atendían con dos viejas unidades. Una pipa para riego de las calles y un dompe recolector de basura; las fosas sépticas resolvían el problema de las aguas negras a falta de drenaje. Si bien es cierto que su comercio en esos tiempo ya importante, el mercado municipal lo constituían una serie de construcciones provisionales, algunas de ellas sobre el Boulevard rosales, alguna de ellas entre Independencia y Juárez, además de la media manzana que ocupa actualmente las instalaciones de Club Evora y la residencia de Don Dario Castro Sandoval; Pues no obstante en el mercado “General Pablo Macias Valenzuela” ya estaba terminado, los locatarios se mostraban reacios a ocuparlo.
Operaban dos bancos: El Banco Comercial del Pacífico y el Banco del Noroeste de México. A parte de las tiendas de ropa había únicamente dos mayoristas en abarrotes: Don Lauro Días y don José Polledo. Las Boticas Guadalupana Y Cruz Roja propiedad de las familias Choza y de Don Rodolfo Tapia respectivamente, eran los únicos establecimientos del ramo.
Como negocios especializados en el renglón de calzado, existían solamente la zapatería Royal y zapatería Regis. Había una cristalería, la de la familia Montoya, originaria de Mocorito, Don José García Cuadras ya se dedicaba a la venta de joyería y papelería, y Don Luis González atendía una miscelánea de su propiedad.
Sinaloa Motor’s, distribuidora Chevrolet, Cia. Comercial de Guamúchil, Ferretería Tisnado, Carlos de Hiser y Ferreteras de Guamúchil, cubrían las necesidades de refacciones y ferreterías. Solo había dos estaciones expendedoras de gasolina: Sinaloa Motor’s y Don Amado Araux, pues con motivo de la expropiación petrolera habían dejado de operar las concesiones de las compañías extranjeras, los talleres mas acreditados eran el Taller Mecánico Castilla, de Don Ángel Vela, Los Supersabios de Alejandro Armenta y Cayetano González, el de Don Ramón Almedia, el de Nicolas Avedoy y el de Cleofas Guerrero; este último especializado en carrocería y pintura.
En la raquítica industria el despepite Algodones de Occidente era lo mas importante. Había dos fabricas de hielo, una de la familia Tracy y la otra de Don Arturo Quintana; la fabrica de calzado de Don Octaviano Meraz, y la Dulcería de Don Angel Mariscal que sumadas a dos embotelladoras de sodas constituían el único patrimonio industrial de Guamúchil.
Existían dos expendios de Vinos y Licores: La culebra, que regenteaba, Don Guadalupe Báez y otro atendido por su propietario el Arabe Simon Hid. Distribuia la Cerveza Pacífico Don Arturo Quintana; La Carta Blanca Don Francisco Carranza, cuyo despacho estaba atendido por Don Isaac López; J. Natividad Quiñones, expendía la XX y un Alemán apellidado Hannel, la Tecate. Los refrescos Coca Cola y Pepsi Cola los vendían J. Angel Castro y Heliodoro Inzunza Castro, respectivamente. Por que aquellos tiempos la cantina mas popular era el Paricutín de Don Tomas Valades, y la Cantina de Moda “Mi Cafetal”. Don Crescencio Corona se desempeñaba como diligente impresor en la única empresa del ramo. Por esos días no existían las estéticas unisex, pero las damas eran atendidas en el Salón de Belleza de la señora Herlinda Rivera, y los hombres, en la Peluquería Martínez, con Don Miguel Zepeda o con el Maestro Zavala. La ropa masculina era confeccionada en la Sastrería “El Caballero Elegante”, propiedad del “Loco Poncho” y con los hermanos Federico y Guillermo Gutiérrez.
Había pocos profesionistas. La salud de los enfermos la atendían los doctores Genaro Salazar Cuellar, Alfredo Díaz Angulo, Plinio Perez Salinas, Toribio Verduzco Cuadras y Jesús y Fausto Rodríguez; como dentistas ejercían los Doctores Castañares y Tirso Gastélum. Funcionaba únicamente el sanatorio del Doctor Alfredo Díaz Angulo, al que se le conocía como “Los Pinitos”. Había dos despachos jurídicos: Los de los Licenciados José Medina Velázquez y Roberto Macias Fernández, este ultimo con notaria publica.
Deambulaban por esos lejanos días, los vendedores “Aguas Frescas”, lo hacían cargando sobre sus hombros una palanca donde pendían las ollas de barro; En puestos semifijos lo hacían Chayo “El Pirulinero” sobre su cabeza soportaba un pesado cajón, “Chelino”, comerciaba con paletas. En una esquina después de haber derrochado el dinero obtenido de la Loteria Nacional, Silvano Castro estaba de regreso vendiendo churros, quien motivaba a sus clientes con el ya familiar grito de… ¡Cómprele al vivo!… Y don Jorge Urrea, recorría las calles en su diaria tarea de vendedor de nieve provocando a su clientela menuda con su peculiar perorata: ¡Lloren, Lloren niños…Hasta que su mamá se aburra.!
La sociedad cooperativa y el transporte de Los Mochis, explotaba la ruta Los Mochis – Culiacán; en un guayín de Don “Chon” Velazquez y un autobus StudeBaker, rojo, al que el bulgo llamaba “La Bola” propiedad de Don Cipriano Rochín, se cubría el tramo Guamúchil – Guasave y en el tranvía de Mariano Romo, Guamúchil – Los Mochis. A Mocorito prestaban servicios el tranvía de Don Juan José Camacho y los automóviles de “Toñito” Medina y de Gerónimo López; el transporte de pasaje y carga al vecino Angostura estaba a cargo del “Güero Bitache”, Procopio Camacho y Tio Chena. Como Taxistas Laboraban “Nacho” Barrancas, Cristóbal Castro, Manuel Castro, “Chuyito” López, Olegario Sánchez y Pablo Payán. Gunderico González era propietario de un sitio de bicicletas, y el acarreo de mercancías de la Estación de Ferrocarril a los establecimientos comerciales se hacían en carretas tiradas por burros negocio que explotaban entre “Nacho” y “Miguel Cazárez”.
Entre los pocos pasatiempos estaban el Cine Royal regenteado por “Memo” Pulos y El Colonial de magnifica programación administrado por Ramiro Vega. Funcionaban dos Clubes Sociales: El Hacha y El Evora, además del salón de bailes “El Apagon”, aunque también se verificaban bailes populares al aire libre, alumbrado con cachimbas, en San Pedro, nomás pasando la vía del ferrocarril y en Guamúchil Viejo.
La Orquesta de Don “Chicho” García era la dueña absoluta de la plaza después de la desintegración de la orquesta Ahumada, pero además existían la Banda de Don Luis Moreno la de Hipolito Huitron y el conjunto “Los Barzones”.
El dueto que integraban el “Tuto” y el “Mano” habían emigrado a Guasave, y quedaba como trovador solista, Felix Quintana, que alternaba el oficio de cantante con el anunciador de la cartelera del Cine Royal; Lo hacían las esquinas más concurridas a grito abierto y es auxiliado con una bocina hecha de lamina.
Los personajes mas folklóricos eran la “Chayo Loca”, “La Comadre” el “Pito Loco, ya que para entonces que era consumado garrotero del ferrocarril, “Chayo” Elenes, conocido mecánico que en tono presuntuoso solía decir… “A mi hermana le dicen la fea, y a mi, el malo para bailar”. Los adoradores de Baco mas conocidos eran: “Maldo”, El “Quemengui”, y el “Solamente”.
El reloj público montado sobre una torre que estaba ubicado en el cruce de Rosales y Agustina Ramírez, era símbolo del poblado, la plazuela, construida con pretensiones de jardín municipal, solo lucia en el centro su kiosko, y en los prados añosos y retorcidos pinos; en los endenes un escaso numero de desvencijadas bancas. Los guamuchilenses de aquella lejana época, se ufanaban de contar con tres cosas que de raras, rayaban en lo insólito, un Cantinero Mudo; un cura vestido con sotana transitaba a diario por las ruas del poblado sobre una bicicleta y un cine, El Royal, con el pórtico al revés, ya que el acceso lo tenia por el lado de la pantalla, pero lo inusual era la forma en como se ganaba el sustento diario Don Margarito “El Cucharero”: vendía unas manitas de madera que el mismo elaboraba que servían para rascarse la espalda.
Por las noches era muy común las reuniones frente al cine Royal, en donde se instalaban toda clase de vendimias, costumbres muy arraigadas en “Nacho” López, hoy prospero banquero era la de comerse muy a menudo una semita de pan con una Pepsi Cola, afición que no se si sabemos todavía practique. Las referesquerias de Doña Enedina y Don Pascual Sedano, además de las Cenadurias de Adelina Gutiérrez y Piedad Tracy, eran otros puntos de concurrencia.
La población escolar de la escuela secundaria de hace ya cerca de cincuenta años, no llegaba a los 50 alumnos. Como dato curioso les diremos que en el tercer año había únicamente dos alumnos, Justino Mendez Vidales y Arturo Avendaño Gutiérrez. Sobresalía por su excentricidad “Poncho” Camacho “El Bato”, que como cantante se hacia llamar “El Rey del Falsete”; además la hacia de director de orquestas, torero, boxeador, detective; frecuentemente afirmaba sentirse muy orgulloso de haber nacido en el barrio mas humilde, – San Pedro, conocido también como Barrio del Cochi – alejado del bullicio y de la falsa sociedad. Aseguraba poseer también un físico muy parecido al de Pedro Infante y juraba a pie juntillas tener la voz muy similar a la del Idolo Sinaloense, a sus cercas de 65 años, todavía continua con las mismas aficiones. Y lo peor del caso, es que sigue creyendo que lo hace bien. Bueno…Todo es cuestión de enfoque.
La niña de la foto, donde sale el Davimar, soy yo Ruth Camacho serrano yo vivía en esquina de Rosales y Juárez. En esta historia no aparece el Surtidor, tienda de ropa y calzado propiedad de José María Camacho que inició en 1950 en esquina de calle Rosales y B. Juárez, tampoco se habla de las fondas muy famosas por su pollo frito , de la Nico y chabela, ubicadas a un lado del cine Royal por la Rosales. Hubo un tiempo yo lo vi que al cine Royal mucha gente llevaba su silla, no habla de la tienda jaliciense propiedad de Eladio Rueda Guzmán y de su esposa Alicia Montoya. Vendían telas y adornos y se especializaban en hacer vestidos de Novias.