Por: Damián Rendón Toledo.
Pasó volando el año, tal vez, por la enorme cantidad de trabajo para recuperar la vida académica en la UAS, con decisiones temerarias como regresar a clases presenciales cuando la propia secretaría de salud estatal exhortaba a mantenerse en el confinamiento social; o tal vez, por el sopor causado por el confinamiento que nos hizo reaccionar lentamente ante la necesaria prisa del cambio pretendido.
La vida académica en la UAS se reinició como cuando se pone en marcha un camión sin batería, en bajada, con el cambio en tercera y, después de dos intentos, tiembla como queriendo descuartizarse con el clutch trabado, pero, claramente, ya nadie lo detiene.
Fueron dos años de confinamiento y también, hay que reconocerlo, de negligencia administrativa en varias oficinas, escuelas y facultades que permitieron el crecimiento de la maleza hasta en las grietas de las banquetas de las aulas. Por cierto, no fue el caso de mi centro de trabajo.
El cambio fue de 180°, se pasó de un discurso deprimente de que no había dinero ni para el pago a los trabajadores, a un discurso de firmeza en el cumplimiento de compromisos laborales y de esperanza en la recuperación paulatina de las prestaciones canceladas. Se pasó de un discurso de confrontación con la autoridad federal a un discurso de conciliación y apoyo mutuo con los tres niveles de gobierno.
Si el confinamiento fue traumático al inicio, también lo fue el regreso presencial.
La UAS fue la primera institución educativa en Sinaloa que regresó y se mantiene en clases presenciales. Maestros y alumnos regresaron a clases presenciales haciendo enormes esfuerzos para recuperar aprendizajes básicos, para atender alumnos que por temor se mantuvieron en educación en línea con la doble carga administrativa de las evaluaciones en el aula y en la plataforma Moodle.
Por primera vez en la historia reciente, se tiene en el gobierno estatal a un universitario de cepa que tendió la mano para ayudar, y se tiene de rector en la UAS a quien conoce el frío y calor de la gestión universitaria, y que tal vez por eso, forzó el presupuesto para que pudiera pagarse algunos meses del estímulo a docentes, también se pagaron algunas primas de retención y se pagó a tiempo el aguinaldo. No se escuchó más la amenaza de que no había dinero para la quincena y menos para el aguinaldo.
Después de muchos años, ahora se escucha firmeza positiva y esperanza de viabilidad financiera institucional, el discurso es de confianza a través de la austeridad y responsabilidad en el gasto; principios que poco a poco se institucionalizarán en una nueva forma de gestión universitaria. Seguramente tiene mucho que informar, y sobre todo muchos otros cambios por iniciar. Pero, este camión ya arrancó y creo que será difícil detenerlo. El tiempo pasa volando, el Rector lo sabe. Escucharemos su resumen de lo que se ha logrado y seguramente también, las líneas de lo que viene.
En este proceso de transformación acelerada, los viejos y los jóvenes tenemos sentidos distintos y relativos para el tiempo. Los primeros sienten que es insuficiente, los segundos sienten que tienen demasiado. Al final, no todos somos imprescindibles, pero algunos si son necesarios, y no tengo duda que poco a poco nos encontraremos todos, ni más tarde ni más temprano.
Felicidades y reconocimiento al Rector Dr. Madueña por devolver la esperanza