Sosoriqui
El análisis por:
Carlos Rochín
La circunstancia que llevó al PRI y sus tribus en Sinaloa a llegar hasta su peor derrota, esa que jamás en su larga historia había vivido y que superó por mucho el fracaso de 2010; sin duda que la obtuvo este pasado 6 de junio.
La trama comenzó en enero de 2016, cuando el entonces poderoso “Grupo Atlacomulco” de una baraja de al menos 9 nombres como factibles cartas para hacer su jugada, ungió la número 10, el as que representaba al personaje más desconocido de todos, pero que, con la fuerza de la Federación, y un sometido grupo político sinaloense en el poder, lograron así coronar su imposición.
Corrían los primeros días de ese año electoral, cuando con méritos suficientes para la sucesión por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), figuraban con fuerza los nombres de: Aarón Irizar López, Alfredo Villegas Arreola, Daniel Amador Gaxiola, David López Gutiérrez, Diva Hadamira Gastelum Bajo, Gerardo Vargas Landeros, Heriberto Galindo Quiñones, Oscar Lara Aréchiga (+), Sergio Torres Félix y un décimo que nadie conocía: Quirino Ordaz Coppel.
Los priistas de la base y de a pie en Sinaloa se preguntaban una y otra vez: ¿quién era Quirino? La respuesta era puntual: Quirino Ordaz era el empresario hotelero, hijo del expresidente del Puerto del mismo nombre, y que era apoyado por empresas como Almacenes Coppel, Homex, SuKarne, Mazatún entre otros.
A la postre, el mencionado empresario hotelero mazatleco se convirtió en el candidato de la alianza compuesta por el PRI, el PANAL y el PVEM.
El resultado de la elección del 5 de junio de 2016, es ya parte de la historia. Ordaz Coppel, resultó electo con 382 mil 190 votos del PRI, y un total de 427 mil 887 con la suma del total de sufragios de la alianza.
En ese contexto, y pese a que desde la primera elección intermedia que le correspondió al quinquenio responsabilidad de Ordaz Coppel, dejó de tener la mayoría en el Congreso del Poder Legislativo, contrario a su evaluación en cuanto su aprobación como gobernante que en todos los años ha sido positiva según algunas mediciones, incluso, logrando según Mitofsky hasta un 69.8 por ciento el pasado mes de abril.
Cabe señalar, que Ordaz Coppel no era, y tal vez nunca ha sido priista de hueso colorado como a muchos les hubiera gustado, o bien, como él mismo lo ha dejado de manifiesto en su proceder ante el Instituto tricolor, a excepción de que de facto lo es de forma “ex officio”, como se marca en el estatuto.
De ahí, que también tal vez surja, su interés a medias o verdadero ‘punch’ de apoyo al abanderado priista, al no estar en disputa el candidato de su primera elección, aunque documentado esté, que en el anterior proceso haya permitido movimientos proselitistas al interior del aparato de Gobierno hasta donde no resultará burdo y perjudicial como sí sucedió.
Hoy por hoy; lo que queda muy claro es que los números para la marca del partido del cual emana el gobernador en funciones —PRI—, más que etiquetarlos como exiguos, han sido de resultados caóticos y casi nulos en cuanto a triunfos.
Vaya pues nuestra conclusión, de que de nada vale, ni sirve una muy vociferada “alta calificación” aprobatoria de gobierno, cuando es sabido que la joya de la corona se obtiene en las urnas cuando se entrega la estafeta a un correligionario.
Así que no le echen tanta crema a los tacos, que todos saben que no es así.
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